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viernes, 23 de abril de 2010

Rodeado de fantasmas que custodian mi oscuridad.
Salidas de laberinto, escondidas, recónditas.
Claves indescifrables para una mente necia como la mía.
Dificultades añadidas por mí mismo.
Admiro la simplicidad de lo complicado, ahogandome en lo fácil.
Te siento en la mentira creada por ambos.
Te oigo cuando me anhelas y respondo con mi suspiro.
Ya no es fácil cargar con mi pena, si tengo la libertad en la palma de mi mano.
Podría pero no puedo...
Querría querer, si pudiera arrancar el corazón de mi pecho o injertarle una ramita de olivo.
Sanarlo, curarlo, rejuvenecer el sentimiento odiado, acabar con el dolor, matándolo.
Cualquier solución será buena si evitas que continúen estos estrepitosos pinchazos de agonía.
Sálvame cuál ángel de salvación eterna y pura.
Recogeme entre tus negras alas, quiero sentir su tacto.
Nada puede ser igual después de ser transplantado.
Mil restricciones pondría, mil restricciones me auto impondría.
No puede existir el amor bajo la etiqueta de la prohibición.
No hay nada que prohibir si nada tienes que no permitir, si a nadie tienes que controlar, si nadie te custodia o vigila.
No hay nada que prohibir, si cada uno nos prohibiésemos a nosotros mismos, si nos permitiésemos sólo lo permisible, si mirásemos el uno por el otro.
Si todo fuese sano, nadie comería manzanas con huésped, nadie se merece el mal estado de la comida sobrante del que mal come por no apreciar su alimento, pues está harto de manjares.

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