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sábado, 14 de agosto de 2010

Incremento mi energía con la felicidad ajena.
Entiendo la sana sonrisa de un niño pero no las restantes sonrisas, risas y carcajadas.
Con la alegría contagiada por tus gestos, me transformo en un espejo sin darme cuenta.
Invadiendo mi cuerpo inconscientemente de una sensación agradable pero poco duradera y creíble, aguanto el tipo hasta que dejas de mirar para devolver a su posición inicial los músculos de mi cara.